El misterio inicial latente en cualquier viaje es: ¿Cómo ha llegado el viajero a su punto de partida? ¡Cómo he llegado a la ventanas, a las paredes, a la estufa, al cuarto mismo? Cómo es que estoy bajo este techo y sobre este suelo? La respuesta sólo puede ser conjetural, sujeta a argumentaciones a favor y en contra, materia para la investigación, las hipótesis, la dialéctica.
Me es difícil recordar cómo ha sido. […] Yo no tengo mapas a mano, ni un globo de las esferas terrestre o celeste, ni un plano de montes y lagos. Si alguna vez tuve brújula, hace mucho que la perdí. Empero, tiene que haber alguna razón que dé cuenta de mi presencia aquí. Hubo un
paso que me colocó en dirección a este punto y no a cualquier otro del planeta. Debo pensarlo.
Debo descubrirlo.